Por Nelson Manrique
La primera quincena del año 2009 viene movida. La desaparición de 838 cajas de documentos del Ministerio de Salud (¡20 toneladas, nada menos!) muestra hasta dónde ha avanzado la corrupción en el Perú del posfujimorismo. Frente a las evidencias (o más bien a la destrucción de estas) el plan anticorrupción del premier Yehude Simon resulta una patética pantomima.
El descubrimiento de la red de espionaje telefónico montada por oficiales de la Marina de Guerra con equipos de su arma, estrechamente vinculada al vicepresidente de la República y hombre fuerte de la Marina, Luis Giampietri Rojas, constituye una especie de misil de ojivas múltiples. Desnuda, por una parte, la forma cómo un sector de la prensa viene prestándose a servir de taparrabos de la corrupción. El Comercio se jugó inicialmente a minimizar la importancia del destape de los petroaudios, sosteniendo que el verdadero gran delito era el espionaje telefónico.
Ahora trata de minimizar la importancia de este, luego de que ha quedado en evidencia que el faenón es obra de marinos con conexiones con el poder político y empresarial. Una evolución paralela a la de Alan García, que bramaba inicialmente contra las “ratas malditas” que medraban con los recursos del Estado, para bajar el tono después ante un León Alegría envalentonado con los secretos que guarda (“un escandalete”, vamos). Y ahora completa el círculo, abandonando su furia contra los chuponeadores, para señalar como los verdaderos malvados a “los clientes” de estos.
El giro peligroso que ha introducido la última tanda de novedades es que tras del chuponeo a León Alegría y Canaán y del operativo que puso en evidencia los trajines de algunos integrantes del gobierno de Alan García –Jorge del Castillo en primer lugar– está el socio político que actúa como visagra en la alianza con el fujimorismo, Luis Giampietri. No se trataría simplemente –como parecía inicialmente– de un ajuste de cuentas entre empresas privadas enfrentadas por el negocio del petróleo, sino de disputas mafiosas en la cúspide de la pirámide del poder aprofujimorista.
En el camino, Carlos Raffo salvó a los ministros apristas cómplices de Canaán, neutralizando además a Jorge del Castillo, el único aprista que acusó a Fujimori en el juicio que está por culminar, y que ahora le debe la vida a Raffo. Ya tendrán oportunidad de expresarle su agradecimiento, en los casos que Raffo tiene abiertos por recibir dinero de Montesinos y otros pecadillos.
La enésima invocación de Alan García a cubrir con un manto de impunidad a los militares y policías involucrados en la violación de los DDHH fue respondida por la realidad con el descubrimiento de 90 nuevos cadáveres en las fosas comunes del cuartel Los Cabitos y con la publicación de los testimonios gráficos del secuestro, tortura y asesinato de comuneros de Ayabaca que se enfrentaron a la empresa minera Majaz a manos de la policía.
Y con algo así como 3 millones de despedidos en EEUU durante el 2008, de los cuales medio millón perdieron su empleo el mes pasado, la crisis viene con todo.
0 comentarios:
Publicar un comentario